Imagina que estás en una montaña rusa, el corazón te late a mil por hora, sientes un cosquilleo en el estómago, sudas un poco… Ahora imagina que justo después te presentan a alguien. ¿Podrías confundir esa activación con atracción?

La respuesta es sí. Y eso tiene nombre: arousal.

¿Qué es el arousal?

El arousal es un término que usamos en psicología para referirnos al nivel de activación del sistema nervioso. Puede venir del miedo, la emoción, el ejercicio físico, el estrés… o incluso del amor. No distingue si esa activación es “buena” o “mala”; simplemente, siente.

Es como si tu cuerpo se pusiera en modo alerta: pupilas dilatadas, pulso acelerado, mayor flujo sanguíneo… y todo listo para reaccionar ante lo que venga.

¿Cómo se relaciona con las emociones?

El arousal es la gasolina de muchas emociones. Sin activación, no hay entusiasmo, ni rabia, ni deseo. Lo interesante es que muchas veces no interpretamos bien de dónde viene esa activación. Nuestro cerebro, que a veces va con prisa, puede pensar: “Oh, late rápido mi corazón, debo de estar enamorado/a”. Pero, ¿y si en realidad es porque acabas de correr para no perder el bus?

¿Se puede usar el arousal para enamorar?

Aquí viene la parte divertida. Algunos experimentos clásicos de la psicología, como el de Dutton y Aron (1974), lo demostraron de forma curiosa: pusieron a hombres a cruzar un puente muy alto y tambaleante, y justo después una mujer atractiva les pedía que participaran en un estudio. ¿Resultado? Los hombres que venían del puente más “peligroso” mostraban más atracción y estaban más dispuestos a contactarla después que los del puente seguro.

¿La explicación? Su cuerpo ya estaba activado por el miedo… pero su mente lo interpretó como atracción. Voilà.

Así que sí: si llevas a tu cita a hacer escalada, a ver una peli de terror o a un parque de atracciones, puede que tengas más probabilidades de que surja la chispa (aunque no lo recomendamos como método científico, eh).

En resumen

El arousal no es una emoción, pero es el ingrediente clave para que muchas emociones aparezcan. A veces lo entendemos bien, otras lo malinterpretamos… y otras lo confundimos con amor. Así de juguetón es nuestro cerebro.


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