Hay una forma de agotamiento que no siempre se ve. No deja marcas físicas, no siempre se traduce en lágrimas o quejas. Es un cansancio silencioso, profundo, que nace de la constante exigencia. Y muchas mujeres lo conocen bien.

Este artículo es una carta para ti, que quizás hoy te sientes agotada de intentar estar a la altura de todo, de todos, de siempre.

Cuando la autoexigencia se disfraza de fortaleza

Nos han dicho que ser fuerte es aguantar, seguir, dar más. Que una mujer valiosa es la que puede con todo: trabajo, estudios, familia, cuerpo perfecto, vida ordenada, emociones bajo control. Sin errores, sin pausas.

Pero la autoexigencia excesiva no es fortaleza. Es una cárcel invisible.

Una que aprieta cada vez que te criticas por no haber hecho suficiente, por no ser suficiente.

El cuerpo también se cansa del perfeccionismo

El estrés constante no solo agota la mente, también afecta al cuerpo. Dolores de cabeza, insomnio, fatiga, ansiedad… Muchas veces son señales de un sistema que necesita descanso, no disciplina.

La cultura del “debo hacer más” desgasta. Porque no importa cuánto logres, la voz interna siempre pedirá un poco más. Y ese ciclo no se rompe haciendo más, sino parando y observando.

¿Qué pasaría si cambiaras exigencia por cuidado?

Imagina por un momento que pudieras hablarte como le hablas a una amiga.

Que pudieras decirte: “Hoy hice lo que pude. Y eso está bien.”

Imagina que el valor no está en todo lo que logras, sino en cómo te sostienes cuando te caes. En cómo te hablas cuando no puedes más.

La autocompasión no es debilidad, es una forma de inteligencia emocional.

Una que pocas personas practican, pero muchas necesitan.

No tienes que demostrar nada a nadie

Eres valiosa por existir, no por producir. No tienes que demostrar que mereces descansar, que mereces ser cuidada, que mereces parar. Ya lo mereces.

En un mundo que te empuja a correr, elegir la calma es un acto revolucionario.

Y en una sociedad que valora el rendimiento, priorizar tu bienestar es una forma profunda de amor propio.

Si estás cansada, no estás sola

Cada vez más mujeres sienten este peso invisible. No es solo tuyo. Es cultural, generacional, estructural. Pero eso no significa que tengas que cargarlo sola. Puedes soltar. Puedes pedir ayuda. Puedes parar.

Respira. Afloja los hombros. Mira todo lo que ya has hecho. No necesitas exigirte más. Necesitas empezar a cuidarte mejor.

Esta carta es tu permiso para dejar de exigirte tanto.

No porque seas débil, sino porque mereces vivir en paz contigo misma.